Labrando el Erial

Erial: Dícese de una tierra o de un campo sin cultivar ni labrar.







Hay que comenzar, como todas las cosas, por un principio, y este blog pretende ser mi pequeña aportación, mi pequeña semilla para ayudar a cultivar el erial cultural en el que vivimos.



Probablemente nadie leerá nada de lo que aquí aparezca publicado, pero hay que pelear con los medios que tenemos a nuestro alcance para contribuir así a despertar las mentes aletargadas, adormecidas y aborregadas por la televisión y el utilitarismo.







martes, 13 de mayo de 2014

Comentario sobre Economía de la Edad de Piedra. M.Sahlins



Título en castellano: Economía de la Edad de Piedra
Título original: Stone Age Economics.    Año de publicación: 1974
Autor: Marshall Sahlins

RESUMEN INTRODUCTORIO

Nos encontramos ante un libro que, por muchas razones, puede ser considerado como un clásico de la literatura antropológica. Consciente de la dificultad que encierra el análisis de una obra de tal envergadura, mi intención en este trabajo será extraer una línea principal de razonamiento, desde la cual abordar algunas de las problemáticas que tradicionalmente han sido objeto de debate, y que, en la actualidad, siguen constituyendo un motivo constante de tensión en el ámbito económico y político.
Marshall Sahlins propone que este debate está ciertamente agotado, al menos en lo que respecta al ámbito académico. Apoyándose en trabajos etnográficos y etnológicos de autores precedentes y contemporáneos realizados en sociedades no industriales,  intenta construir un marco teórico del hecho económico a partir de los datos empíricos que proporcionan tales estudios. Este nuevo espacio teórico quiere dar por zanjada la discusión, inclinando la balanza hacia una determinada posición que más tarde consideraremos.

Sahlins parte del análisis realizado por Karl Polanyi (1)  en relación a las dos corrientes principales con las que se puede considerar la economía  en relación con las sociedades.

Por un lado, existe un enfoque formalista (cataláctico, en palabras del propio autor) del hecho económico. Esta corriente, que en cierto modo tendría su equivalente filosófico en el pensamiento positivista,  en el cual predomina la lógica formal, considera lo económico como una simple relación entre las necesidades y los medios disponibles para satisfacerlas. Como las necesidades son infinitas, los medios siempre resultarán insuficientes para cubrir esas necesidades. Es decir, en esa relación entre necesidades y medios siempre habrá que hacer una elección; pues bien, esa elección se convertirá automáticamente en racional, pues no existe otro modo de abordar el hecho económico que el de la maximización de la ganancia; el individuo siempre tenderá a elegir aquellas opciones que le ayudarán a cubrir el mayor número de necesidades con un mínimo de medios. De ahí se deriva el sentido formal del término “económico”, que queda reducido a su equivalente terminológico de “barato”, “conveniente”, etc. Este enfoque da como resultado una “cosmovisión” de todo el hecho económico, como una constante elección entre medios y fines que se autoregula y racionaliza por medio de un mercado que va conformando los precios por la ley de la oferta y la demanda.

En el otro extremo se sitúa  el concepto sustantivo de la economía, el cual difiere completamente de las teorías formalistas. En palabras de Polanyi “el significado formal procede de la lógica, el sustantivo de la realidad". En efecto, para Polanyi, los hechos empíricos lejos de dar la razón a los formalistas, demuestran, una y otra vez, que la realidad del hecho económico es mucho más compleja que la simple relación de medios y fines en un contexto de mercado. La visión sustantiva se basa en que la realidad económica está siempre mediada por todo tipo de relaciones sociales, que está “institucionalizada”, “imbricada” en la misma sociedad. Por tanto, existe todo un entramado de redes sociales entre los seres humanos, que facilitan su relación con el medio ambiente y le permiten subsistir. Por tanto el objeto de estudio de los sustantivistas será el modo en que estas instituciones y relaciones sociales construyen y constituyen lo económico. Al contrario que las definiciones formales, las cuales nos dan una visión incompleta de la economía, el sustantivismo enfatiza la integración de la economía en un hecho social total (2).


A partir de estas dos definiciones opuestas, que representan dos ideologías concretas  que tensionan las realidades sociales, Sahlins comienza a construir su obra, no sin antes dejar claro que el debate formalista-sustantivista se encuentra en una vía muerta, a pesar de que la realidad empírica ha demostrado que la teoría formalista no está basada en la realidad y no es, por tanto, un universal económico, sino que más bien, es una forma incompleta o “miope” de estudiar el hecho económico. El libro, pues, se presenta como una obra sustantivista, aunque el verdadero objetivo, en palabras de su autor, es “simplemente perpetuar la posibilidad de instituir una antropología económica mediante unos ejemplos concretos”. (3)

El libro está estructurado en seis ensayos. En los tres primeros se analiza la producción de alimentos en las sociedades primitivas. Apoyándose en los estudios de diversos autores, se estudian varias cuestiones desde posiciones sustantivistas, como la tesis que califica de opulentas a las sociedades primitivas (capítulo 1), la subproducción como una característica social, en vez de una consecuencia estrictamente económica (capítulo 2), o la influencia que tiene la estructura social, como el matrimonio, el parentesco, la religión o la política, en la realidad económica  de dicha sociedad (capítulo 3). Los siguientes tres capítulos parecen estar orientados a analizar como esos productos son distribuidos e intercambiados en las diferentes comunidades mediante los diferentes sistemas de organización social. El primer capítulo de este bloque El Espíritu del don, trata sobre el sistema de reciprocidad entre los maoríes, basándose en el famoso ensayo (4) de Marcel Mauss (1923). A continuación, en el segundo capítulo, se estudian los distintos tipos de reciprocidad entre las distintas sociedades primitivas, basándose esta vez en los estudios de Malinowski sobre los nativos de las islas Trobriand, en Papúa Nueva Guinea, recogidos en su ensayo los Argonautas del Pacífico Occidental (1922). Sahlins establece en este capítulo una distinción importante al clasificar tres tipos diferentes de reciprocidad: Generalizada, Equilibrada, y Negativa. El tercer capítulo del bloque es un intento de detallar el funcionamiento del intercambio y la redistribución en distintas sociedades.

Ante tan monumental y extenso material, cuyo estudio pormenorizado haría inviable la realización del presente trabajo, he optado, como he reseñado anteriormente, por centrarme en una línea de razonamiento principal, que no puede ser otra que la que subyace en toda la obra de Sahlins, a saber: la imposibilidad de estudiar “etnocéntricamente” los procesos económicos, menos aún en las sociedades pre-capitalistas o no industriales;  de lo que se deriva la necesidad de instituir una suerte de antropología económica que haga posible estudiar el hecho económico como un todo, íntimamente relacionado y constitutivo del hecho social; y por último, valorar la repercusión que puede llegar a tener la visión de tal antropología económica en nuestro mundo, cada vez más globalizado y dominado por una economía de mercado, expresión cuasi-perfecta de las teorías formalistas de la economía.

1. OPULENCIA Y SUBDESARROLLO EN LAS SOCIEDADES PRIMITIVAS.

Para poder subsistir, desde que los humanos pueblan la tierra se han organizado en comunidades, más o menos grandes, con el fin de adaptarse al medio ambiente que les rodea. Los grupos humanos, desde el momento mismo de su constitución, empezaron a organizar sistemas de producción y distribución económica. A estos sistemas se les denomina genéricamente como estrategias adaptativas (Cohen.1974). Por supuesto, que estas estrategias están relacionadas directamente con las características sociales de los grupos. Por eso Cohen nombró cinco estrategias adaptativas relacionadas con la evolución “económico-social”: forrajeo, horticultura, agricultura, pastoreo e industrialismo. Puesto que Sahlins toma como modelo de estudio las diferentes etnografías sobre las sociedades forrajeras modernas, nos centraremos a continuación en ellas. (5)

Hace unos 10.000 o 12.000 años, prácticamente toda la humanidad era forrajera (recolectores y cazadores). Se organizaban generalmente en bandas, pequeños grupos de menos de cien personas, todas ellas relacionadas por parentesco o matrimonio, cuya característica más general era la de su alta movilidad, es decir, el nomadismo. A pesar de que los forrajeros modernos no deben verse como sobrevivientes aislados de la edad de piedra (puesto que cada vez más son parte de estructuras regionales, nacionales o económicas, entre otras), en cierto modo pueden servir de modelo explicativo de los sistemas económicos que pudieron haberse dado en las sociedades del paleolítico. (6)

Dos son los conceptos que sobresalen en la tesis de Sahlins, en relación a la economía de estas sociedades primitivas. En primer lugar, el concepto de sociedad opulenta, en clara confrontación con la simplista y etnocéntrica idea de que aquellas comunidades caminaban siempre al borde del colapso a causa del hambre y la miseria, luchando constantemente por la supervivencia y la perpetuación de la especie. Éste es, sin duda, uno de los muchos mitos que nos ha legado la ilustración y la modernidad: el mito del progreso constante, del que se nutre y retroalimenta nuestra sociedad industrial capitalista. Tomando el pasado como etapas ya superadas por otras, en una continua concatenación, las sociedades primitivas no pueden sino aparecer  como etapas infantiles de la evolución humana, paupérrimas, con economías incapaces de generar los medios suficientes para la subsistencia. Marshall Sahlins desmonta este mito, denunciando la falacia de esa visión formalista e insuficiente, (basada en una economía de mercado como la nuestra),  y propugnando incluso que las sociedades primitivas vivían despreocupadas por la subsistencia, puesto que, por lo general, tenían un buen acceso a los recursos naturales suficientes para sobrevivir. En estas sociedades existía, pues, una especie de abundancia en los recursos, por lo cual el ser humano debía trabajar unas pocas horas al día para procurarse el alimento y el vestido. De aquí se concluye que las necesidades del ser humano no han sido siempre infinitas, según el principio del mercado, sino que han podido ser satisfechas en determinados contextos sociales, primitivos y actuales.

El segundo concepto, íntimamente relacionado con el anterior, tiene que ver con el subdesarrollo de las comunidades forrajeras primitivas. Como decíamos en el anterior párrafo, frente al hombre moderno y económico, cuyas necesidades son siempre infinitas, existe un hombre del que puede decirse que “no desea algo para no carecer de ello”. Muy al contrario, el “estilo de vida” de las sociedades cazadoras-recolectoras, es reflejo de las condiciones de vida impuestas por el medio ambiente. Al ser comunidades nómadas o semi-nómadas, los aspectos sociales y económicos han de estar en consonancia con este hecho. Por eso hacen gala de una austeridad sin comparación, son despreocupados y poco dados a la acumulación de material o de bienes. Al tener que desplazarse con frecuencia, todo objeto material es una carga y un problema añadido. Basándose en diversos trabajos etnográficos  de diversos antropólogos, como los realizados sobre los bosquimanos en el Kalahari, o los aborígenes en Australia. Sahlins avanza en el estudio y comprensión de estos dos conceptos; los relaciona, por ejemplo, con las horas dedicadas al trabajo, o con los hábitos de alimentación, y las primeras conclusiones que parecen surgir son estas: las personas que formaban parte de un grupo forrajero, trabajaban exclusivamente el tiempo necesario para procurarse lo necesario para su subsistencia, el resto de tiempo lo utilizaban en ocio y descanso. Se alimentaban de lo disponible en su medio ambiente, en ese preciso momento, sin reparar en el mañana, y sin ahorrar recursos para el futuro. Este hombre anti-económico vivía, podríamos decir, en una economía de la abundancia y frente a él, paradójicamente, nos situamos nosotros, los homos economicus, viviendo en una economía de la escasez.

Por tanto, podemos concluir que el subdesarrollo económico de estas comunidades  es parte de su estructura social, es decir, es constitutiva de esta. El hecho de que en las sociedades del paleolítico no se aprovecharan los recursos o los medios de producción al máximo, según el esquema formalista, no significa que estas sociedades fuesen pobres. Debemos tener presente que esta subproducción de la economía era, por así decir, “voluntaria”, no un hecho contingente, sino necesario para la subsistencia y la reproducción del grupo. Al disponer de todos los recursos a su alcance, los individuos no necesitaban ir más allá, trabajaba incluso  por debajo de sus posibilidades, porque las unidades familiares y grupales se auto-regulaban y satisfacían las necesidades básicas; mucho menos se preocupaban por un futuro material incierto. Sin embargo, tampoco se trataba de grupos aislados y confinados a la unidad familiar. Se trataba más bien de grupos autónomos en los que se puede adivinar una cierta circulación de bienes mediante una especie de reciprocidad institucionalizada. Sólo con la llegada de la domesticación de animales y el cultivo de plantas, hace alrededor de 10.000 años, el ser humano empezó a producir por encima de sus necesidades reales, provocando que, en algunos casos, llegara a haber un excedente al que había que introducir en un sistema de comercio. Pero ese tema conlleva una problemática mucho más extensa de la que puede abarcar este trabajo.

2. INFLUENCIAS DEL SISTEMA SOCIAL EN LA PRODUCCIÓN Y DISTRIBUCIÓN DE ALIMENTOS.

Como he reseñado en el anterior apartado, la subproducción es un factor muy a tener en cuenta en la organización económica de las sociedades opulentas primitivas.
A simple vista esto parece paradójico, pero como Sahlins se encarga muy bien de señalar, tiene su base en la propia sociedad, en la forma en cómo los individuos se relacionan con sus sistemas de producción de bienes. Según la clásica teoría marxista (7), los recursos y la fuerza productiva, es decir, los propios miembros de estas comunidades, conformarían la infraestructura social, y esta infraestructura sería la que determinaría la superestructura. La superestructura sería entonces el conjunto de elementos de la vida social dependientes de esa base o infraestructura. Sin embargo, hay que tener en cuenta que quizá esta formulación, si bien tiene una base correcta, es incompleta. Como se ha podido comprobar en multitud de trabajos etnográficos, que Sahlins se encarga de poner en relieve en este libro, es posible observar que elementos como el parentesco, el matrimonio, el sistema político, la religión, etc. son factores que influyen sobre la producción doméstica de alimentos.

Dos de estos factores, son señalados como determinantes. El parentesco influye en el aumento de la producción, y depende directamente de la distancia consanguínea entre los individuos de una determinada comunidad. Este aumento de la producción estaría relacionado con el concepto de reciprocidad generalizada o equilibrada, que son los dos tipos básicos de intercambio adivinado en las sociedades primitivas basadas en el parentesco. Por otra parte, el factor político es indisociable de la producción, por cuanto que, a medida que se extiende cierta circulación y reciprocidad, ésta depende cada vez más de la autoridad política instituida. Por tanto, la figura de un líder “político” es esencial. La falta de autoridad podría tener efectos muy graves para la producción. La generosidad del líder, determinada por la necesidad de prestigio u otras causas, incide directamente en el aumento de la producción.

En este punto, es necesario ocuparnos brevemente de los movimientos de reciprocidad analizados por Sahlins a la luz de trabajos como los de Malinowski y Mauss. Pese a la dificultad que entraña definir y delimitar el concepto de reciprocidad (8) podemos considerarlo, a grandes rasgos, como un hecho socio-económico instituido en las comunidades, en el cual el prestigio del liderazgo es imprescindible, y que consiste, generalmente, en el regalo (Potlach, Don o Hau) de ciertos bienes de una comunidad a otra, o de una persona a otra. Ese bien, ni es vendido, ni es dado,  ni ha de ser devuelto según nuestros  términos mercantilistas. Se trata, más bien, de una forma de ganar prestigio de una comunidad respecto a otra, o de una persona respecto a otra. La reciprocidad tiene un componente fuertemente agonal, pero que sirve para mantener una jerarquía que constantemente compite en “generosidad” y que beneficia al clan.
Al contemplar esta moral basada en la reciprocidad y el intercambio es inevitable un replanteamiento en nuestros esquemas previos sobre la  la función de la economía en nuestro mundo. Visto desde esta perspectiva, podemos intuir el error que constituye entender la economía como algo ajeno y separado del hecho social, como algo que tiene un desarrollo y una vida propia. Tras siglos en los que la economía de mercado (“formal”) ha influido notablemente en nuestro pensamiento y comportamiento, hoy se hace más necesario que nunca el desarrollo de un estudio antropológico que permita poner entre paréntesis aquello que creemos saber, y que abra nuevas vías de estudio y de praxis política.

3. VALORACIÓN FINAL

A pesar de lo extenso (y en ocasiones difícil) material expuesto, la lectura y el estudio de La Economía de la Edad de Piedra ha sido muy revelador en muchos aspectos. Me ha permitido comprender muchos aspectos de la antropología y de la economía, ha abierto mi perspectiva hacia nuevas formas de entender el desarrollo, además de haberme posibilitado estudiar y comprender el debate entre formalistas y sustantivistas, que, en mi opinión, es clave para entender los muchos otros debates que se derivan de éste. Ciertamente, en ocasiones el libro es complicado de estudiar por la cantidad de aspectos técnicos que contiene. No olvidemos, sin embargo, que lo que pretende Sahlins es, ante todo, dotar a la antropología de bases científicas objetivas en lo que respecta a la economía humana; por ello tiene que recurrir a los estudios etnográficos disponibles de las comunidades forrajeras actuales. Esto conlleva (y no podría ser de otro modo) un estudio pormenorizado de los hábitos de trabajo, de consumo, de intercambio, etc. que sólo puede abarcarse desde una perspectiva técnica y desde un método científico.

Sabiendo que he dejado muchísimas cosas en el tintero, por la extensión del libro, la principal conclusión a la que la lectura me ha llevado es, sobre todo, a que es absolutamente necesario instituir una antropología económica no etnocéntrica, o al menos lo más alejada posible de valoraciones hechas desde una realidad económica concreta. Esto se hace ineludible hoy, cuando parece que una crisis estructural del sistema de mercado nos lleva a replantearnos muchos aspectos de nuestra economía. No se trataría de un debate exclusivamente basado en términos capitalismo versus socialismo, sino, simplemente, en la posibilidad de poder convenir que han existido, y existen hoy, otras realidades sociales y económicas distintas de nuestro mundo occidental y del sistema capitalista de mercado.
Para decirlo desde un terreno cercano a la filosofía, especialidad que estoy estudiando actualmente, es prioritario generar realidades alternativas, que puedan producir debates y, así, la búsqueda de soluciones a los problemas de la realidad actual. De otro modo nos plegaríamos a una única realidad, a una sola idea: y esto sería lo más cercano a un fascismo cultural.

NOTAS Y BIBLIOGRAFÍA

1. Karl Polanyi. El Sistema Económico como Proceso Institucionalizado. N.Y. 1957.
2. Según la célebre expresión de Marcel Mauss.
3. Introducción del estudio Economía de la Edad de Piedra. Marshall Sahlins. 1974.
4. Ensayo sobre los Dones: Razón y Forma del Cambio en las Sociedades Primitivas. Marcel Mauss. 1923.
5-6. Notas extraídas del manual de Antropología Cultural de C.P. Kottak.
7. Karl Marx. Contribución a la Crítica de la Economía Política (Prólogo). 1859.
8. Reivindicación de la Ambivalencia Teórica. La Reciprocidad como Concepto Clave. Susana Narotzky. 2002



Autor: José Antonio Marín Díaz.
Mayo 2014

viernes, 18 de octubre de 2013

Torres, Reyes y Memes



Torres, Reyes y Memes   José Antonio Marín Díaz

He aquí una reflexión que me hice hace algún tiempo:

Si la característica principal del arte postmoderno -el arte producido tras el fin del arte moderno- es la de su economicidad a la hora de mostrar las asociaciones ligadas al objeto artístico, es decir, la de sintetizar y facilitar al máximo aquello que quiere expresar, se ha de convenir que el meme, como forma de expresión cultural, es por derecho propio, la más gloriosa manifestación de esa forma de concebir el arte.
Piénsese en la cantidad de ahorro psíquico que se produce en nosotros al observar un meme publicado en cualquier página web. Con tan sólo observar una imagen determinada, podemos asociar cualquier emoción o idea relacionada con el motivo principal de esa imagen. Es verdad que el artista “serio” actual utiliza ciertos medios y mensajes para buscar la reacción, la provocación y la alteración emocional del espectador, pero también es cierto que en muchos casos, tras esa primera reacción, el pretendido mensaje de la obra se diluye y no queda en el espectador más que el vacio intelectual (y paradójicamente, también emocional) que produce el consumo masivo de imágenes, de mensajes y de información,  y que tienen una infinita capacidad de anestesiarnos para no acceder a lo real.

Pues bien, como decía, si esto es lo que busca el artista en la actualidad, qué decir de los memes: qué decir de una expresión que logra en un pantallazo de ordenador sintetizar cientos de ideas, que nos provoca, que nos incita, que nos hace reír, que nos hace enfadar, que es además visto por miles, o quizá millones de espectadores… sólo se puede decir una cosa: que esto es algo así como el sueño delirante de Andy Warhol. Una suerte de consumo de “cuadros” repetidos hasta la saciedad, utilizando el concepto de apropiación una y otra vez, asociando a una misma imagen cientos de ideas, que a la vez no son ideas propias, sino ideas de consumo, repitiendo este proceso hasta el infinito.

Curiosamente, ayer pude ver en un programa de televisión llamado “Torres y Reyes”, una interesante tertulia que versaba sobre el papel que juegan a día de hoy las redes sociales en internet, sobre su capacidad o incapacidad de generar conciencia y movilizar a elementos populares y sociales en los diferentes contextos nacionales. En el programa descubrí con sorpresa que una de las tertulianas, la periodista Delia Rodríguez, había escrito un libro llamado Memecracia, en el cual abordaba la cuestión de los memes como una serie de elementos virales que circulan por la red y que, en sentido fuerte, poseen la capacidad de gobernar nuestras propias ideas. He buscado información sobre el libro, y he descubierto que en el prólogo la autora deja escrito lo siguiente:

"La era de la información resultó ser la era de la emoción y el contagio descontrolado de ideas. Además de los medios, publicistas, empresas, políticos, famosos o activistas luchas por sembrar sus memes (ideas contagiosas) porque conseguir un éxito viral es hoy la única forma de alzar la voz en el ruido informativo global. A esta situación la he llamado «Memecracia»".

Y así es, lo que la escritora dice en su investigación consigue sorprenderme, no sólo por el contenido de su reflexión, sino porque ésta ha sido pensada y analizada paralelamente a mi inocente reflexión sobre los memes, logrando coincidir en muchos aspectos. Quizá podríamos disentir sobre la finalidad que persiguen estos memes, o en la posibilidad de llevar a término tal finalidad, pero por lo demás coincido en la visión que aporta Delia Rodriguez (Por cierto, redactora jefe en el Huffington Post): El meme es una herramienta; son ideas que se contagian, que nos apropiamos y que nos sirven para dar un "primer paso" hacia la emancipación respecto a un poder dominante en todos los sentidos. No pretendamos buscarle mayor utilidad y significación. No sevirá, desde luego, para "descorrer" el velo que separa la realidad de Lo Real, no nos hará más inteligentes o nos impelerá a actuar ante las injusticias, pues eso sólo puede conseguirlo el propio sujeto, a través de su propia conciencia, de su propio hacerse y renovarse, através de su capacidad de pensar y su propio interés por ser más inteligente y responsable socialmente. El meme es un medio para transmitir ideas y para asociarlas, lo que de estas ideas hagamos nosotros es plenamente nuestra responsabilidad.

Por supuesto existen innumerables peligros en este medio de expresión, desde una saturación de información, con su efecto paralizante y anestesiante, hasta la apropiación de ideas ajenas, con el peligro de que alguien posea la capacidad intelectual y tecnológica suficiente para manipular a toda una sociedad a través de mensajes cuidadosamente elaborados. 

Para finalizar quiero poner un ejemplo de estas virtudes y peligros que conlleva el uso de memes en la red:

Por un lado, como he comentado arriba, yo he sido capaz de llegar a una cierta conclusión acerca de una reflexión personal sobre lo dicho, por otro lado, una periodista lleva años investigando acerca de esta cuestión.
Por tanto, teniendo en cuenta que nos hemos acercado a unas conclusiones similares, podría pensarse que esas ideas que he "parido" no son mías (o no exclusivamente mías), sino que puede que me haya apropiado de ciertas ideas ya elaboradas por otros. Si esto es así, estas ideas me han permitido llegar a una determinada conclusión, pero el mérito de haber concebido tal reflexión, en términos absolutos, no sería mio.
En cambio, la tesis de Delia Rodriguez es mucho más confiable, por cuanto que le ha llevado años de estudio e investigación . Sin embargo, ¿cómo podemos disociar de este estudio el hecho de que esas ideas hayan podido ser apropiadas, en último témino, por parte de la autora? En ningún caso hablo de plagio, sino de que sus propias ideas y conclusiones puedan estar influenciadas, como en mi caso, por otras ciertas ideas pensadas y escritas por otros.

En cualquier caso, debemos ser conscientes que internet en general, y los memes en particular, son una simple herramienta, y tal y como sucede con las herramientas, son mejores o peores en función de quien las maneja. Si queremos que nos ayuden a realizar una finalidad concreta, debemos aprender a manejarlas con destreza. Pero no podemos olvidarnos que lo que nos atañe a nosotros, como personas, es la sabiduría y la moral, de ello depende en gran medida el uso que hagamos de los medios que tenemos a nuestro alcance.  


sábado, 7 de septiembre de 2013

Slavov Zizek. El Año que Soñamos Peligrosamente Cap. 2



Comentario propuesto para el capítulo 2. “El trabajo del sueño de la representación política”

Si de lo escrito en el comentario anterior pueden extraerse unas ideas generales sobre los acontecimientos que estamos viviendo en nuestro mundo globalizado en este primer cuarto de siglo, se ha de prestar también atención a ciertas cuestiones que son básicas para la comprensión total de dichos acontecimientos.
Como la guía de estos comentarios es el análisis económico y político marxista, no podemos pasar por alto sus complicaciones dialécticas. En el anterior escrito se dejó expuesto las contradicciones que pueden conllevar un rígido historicismo, una concepción evolucionista de la humanidad. También vimos que las relaciones entre las tradicionales clases sociales no podían ser comprendidas a la luz de lo que era “ley natural” en el siglo XIX, pues estas relaciones se habían desdibujado enormemente, y hoy ya no está claro hacia donde tenemos que dirigir la mirada cuando queremos saber quién maneja y mantiene esencialmente el desequilibrio estructural que legitima el capitalismo. Consecuentemente este último punto es el que debemos analizar en profundidad, intentando dilucidar el problema de la representación política en nuestras sociedades occidentales. 

Marx tenía claro que la representación política no puede reflejar directamente la estructura social. Es decir, es posible que un partido político represente los intereses de varios grupos sociales diferentes, o puede que una clase social renuncie a ser representada directamente por un grupo político confiando en ejercer el poder mediante otros medios, etc.
Esta complicación puede explicarse mediante un ejemplo: Las alianzas políticas constituidas para preservar la hegemonía de una determinada facción. En su análisis de la revolución francesa y posterior desenlace, Marx pone como ejemplo la creación del Partido del Orden, el cual tomó el poder cuando el impulso revolucionario se fue agotando y empezaron asomarse los fantasmas del viejo régimen. El Partido del Orden surge de una alianza de dos facciones abiertamente monárquicas y aristocráticas. Es decir, que ambas facciones son profundamente antidemocráticas, pero comparten un denominador común: la defensa del republicanismo. Su interés común solamente puede representarse mediante la forma de la “negación de la premisa compartida”. Del mismo modo, en la actualidad, los agentes políticos que mejor representan los intereses del Capital no son los partidos conservadores o ultraconservadores, sino las alianzas formadas tácitamente entre estos y la socialdemocracia (razón por la cual, por ejemplo, Wall Street confía en Obama). Acercando el foco al problema en España, se deduce que aquel agente que mejor representa al capitalismo no es únicamente el Partido Popular (tradicional facción conservadora en este país), sino el pacto formado sobre una premisa compartida (aunque intangible), entre este partido y la socialdemocracia española, que en este caso está representada por el Partido Socialista Obrero Español.

Una de las conclusiones, pues, a que llegamos es esta: Para representar la totalidad, para que el sistema pueda funcionar, el partido que gobierna debe inevitablemente representar a una clase particular, pero como ningún partido o facción está en condiciones de hacerlo sin tapujos, representa a aquella que precisamente no está constituida de un modo cohesionado y con unos intereses definidos. Es esa una clase de individuos “apolíticos”, situados por encima de los intereses de clase, que no pueden representarse a sí mismos y por tanto son su caudal permanente de votos. Esa clase es la "clase media".
La ambigüedad de la clase media tiene su mejor ejemplo en el modo en que se relaciona con la política: por un lado, se autodefine como “apolítica”, solo quiere trabajar y vivir en paz… esta es la razón por la cual tiende a apoyar golpes de estado autoritarios cuando la sociedad se agita. Por eso, es la clase media la que apoya los movimientos populistas y derechistas más reaccionarios.

En síntesis: Como la representación política pura no es posible, por cuanto que una facción no puede representar exclusivamente los intereses de una determinada clase, dentro de la democracia parlamentaria los partidos hegemónicos tienden a hacer alianzas tácitas sobre una premisa común a fin de preservar el sistema que les permite seguir gobernando hegemónicamente… aunque sea por turnos. Estos gobiernos pueden cambiar las formas y los discursos pero se mueven y giran siempre sobre un mismo plano. De hecho, es la “idea” de protección del "Estado del Bienestar" y de la "idea" de "Clase Media" el denominador común con el cual forman sus pactos, y que les permiten seguir gobernando cuasi eternamente. Ni el partido más conservador tendría en su programa la eventual destrucción de estas “ideas”, aún cuando las políticas reales vayan en esa dirección. La formación en nosotros de esa idea del Estado del Bienestar y de la pertenencia a una Clase Media indefinida, son las mejores armas que utiliza la hegemonía económico-política para mantener el poder y desarmar cualquier aspiración de cambio de paradigma.

AUTOR: JOSÉ ANTONIO MARÍN DIAZ

miércoles, 4 de septiembre de 2013

En torno a Ayn Rand y el Objetivismo




Tras la lectura de las dos novelas de Ayn Rand - El manantial y La Rebelión del Atlas- creo necesario hacer una crítica muy general y resumida de las posiciones “objetivistas“defendidas por la autora. Ignoro si esta corriente filosófica tiene muchos seguidores, o si tiene el suficiente peso dentro de la tradición filosófica occidental; en todo caso no es esta una preocupación que deba ser estudiada aquí, como tampoco es mi intención hacer una crítica literaria de estas novelas, sino por el contrario intentar despejar algunas dudas que me han surgido a raíz de la lectura.

Por de pronto, la posición ideológica es claramente liberal. El individuo es lo importante, la colectividad es el enemigo a batir. Esto no tiene nada extraño dentro de la tradición norteamericana, pero en mi opinión, esta ultra-defensa del individuo contra la sociedad que le oprime y conspira para evitar su plena realización, se hace de una forma vil y tramposa.

Tomemos como ejemplo la novela El Manantial; El personaje principal es Howard Roark, un arquitecto que quiere y consigue hacer edificios sin plegarse a las exigencias de la sociedad. Hasta ahí es algo muy loable, pero la pluma de Rand nos describe un ser totalmente despojado de todo sentimiento, un ser que sólo es pura razón. Esto convierte a Roark en un ser asocial, o mejor, sociópata. En medio de sus discursos megalomaniacos, se justifica el derecho de opresión de unos pocos fuertes sobre los más débiles y menos dotados. Pero ahí creo yo es donde está la trampa. Roark forma parte, quiéralo o no la autora, de una clase superior (llamémosla alta burguesía), como lo son todos y cada uno de los personajes de sus novelas. Nada nos dice la autora de aquellos otros infra-seres que trabajan en la construcción de los edificios proyectados, sin la participación de los cuales no pasarían de ser quimeras en la mente del arquitecto. No resalto esto porque quiera dar preeminencia a una posición ideológica sobre otra, sino porque es tramposo dotar de unas cualidades determinadas a un ser humano concreto -que casualmente siempre está dentro de la clase dominante- y callar con malignidad sobre la posibilidad de que otro ser humano, tomemos por caso un simple obrero de la construcción, pueda estar dotado de esas mismas cualidades. Muy al contrario, cuando los obreros tienen algún papel en la narración, es para reforzar su propia opresión, para justificar el derecho de superioridad de un ser mejor sobre otros seres peores, miran a Roark como a un dios, y estarían dispuestos a sacrificarse en la pira por él. Pero la pregunta que surge es la siguiente: ¿Entre toda esa gente pequeña no existe nadie que se sobre-ponga a su posición, a su condición como individuo dentro de la sociedad?, ¿nadie que sepa que es grande por sí mismo, y que comience a hacer su santa voluntad frente a su jefe?, ¿no es eso precisamente lo que hace Howard Roark?

Esta ocultación ya denota una posición ideológica muy extremista. Fascista me atrevería a decir. Aboga abiertamente por el derecho natural a la opresión, individual, económica y socialmente.
Esto último es muy curioso, pues para ilustrar ese anhelo de superhombres y esa fobia al colectivismo, el socialismo se nos presenta a través de un personaje cómico y maquiavélico, Ellsworth Toohey, cuyo único fin es destruir a los seres individuales, a los seres con algo que ofrecer al mundo, para favorecer en cambio los logros de la “masa”. Esta es otra de las trampas filosóficas del libro. Cuando observamos a ese gran hombre que es Roark, no lo olvidemos, un ser sin miedos, sin compasión, sin sentimientos (un autómata en fin, un ser completamente individual que no depende de nada ni nadie) nos surge una pregunta: ¿Cómo es posible que haya proyectado siquiera una casucha?, ¿Cómo ha podido proyectar edificios, rascacielos, viviendas experimentales? Rehúsa de la sociedad, pero es la sociedad la que le permite, en esencia, ser lo que es. Sin esa sociedad, sin ese sistema social que le ha ofrecido, de una forma u otra, las condiciones necesarias para poder usar a esa misma sociedad para sus propios fines, Roark sería un mono todavía en el árbol, un mono, eso sí, con corbata y con delirios de grandeza.

Para resumir, el objetivismo de Ayn Rand, al menos tal y como está expuesto en sus dos novelas, adolece de una entidad suficiente como para ser tomado en serio. Es una utopía fruto de los delirios y de los miedos de la autora, pero que no tiene consistencia y que conlleva una peligrosa carga de racismo, clasismo y de justificación del derecho natural de opresión de unas personas sobre otras.

AUTOR: JOSÉ ANTONIO MARÍN DIAZ