Labrando el Erial

Erial: Dícese de una tierra o de un campo sin cultivar ni labrar.







Hay que comenzar, como todas las cosas, por un principio, y este blog pretende ser mi pequeña aportación, mi pequeña semilla para ayudar a cultivar el erial cultural en el que vivimos.



Probablemente nadie leerá nada de lo que aquí aparezca publicado, pero hay que pelear con los medios que tenemos a nuestro alcance para contribuir así a despertar las mentes aletargadas, adormecidas y aborregadas por la televisión y el utilitarismo.







viernes, 18 de octubre de 2013

Torres, Reyes y Memes



Torres, Reyes y Memes   José Antonio Marín Díaz

He aquí una reflexión que me hice hace algún tiempo:

Si la característica principal del arte postmoderno -el arte producido tras el fin del arte moderno- es la de su economicidad a la hora de mostrar las asociaciones ligadas al objeto artístico, es decir, la de sintetizar y facilitar al máximo aquello que quiere expresar, se ha de convenir que el meme, como forma de expresión cultural, es por derecho propio, la más gloriosa manifestación de esa forma de concebir el arte.
Piénsese en la cantidad de ahorro psíquico que se produce en nosotros al observar un meme publicado en cualquier página web. Con tan sólo observar una imagen determinada, podemos asociar cualquier emoción o idea relacionada con el motivo principal de esa imagen. Es verdad que el artista “serio” actual utiliza ciertos medios y mensajes para buscar la reacción, la provocación y la alteración emocional del espectador, pero también es cierto que en muchos casos, tras esa primera reacción, el pretendido mensaje de la obra se diluye y no queda en el espectador más que el vacio intelectual (y paradójicamente, también emocional) que produce el consumo masivo de imágenes, de mensajes y de información,  y que tienen una infinita capacidad de anestesiarnos para no acceder a lo real.

Pues bien, como decía, si esto es lo que busca el artista en la actualidad, qué decir de los memes: qué decir de una expresión que logra en un pantallazo de ordenador sintetizar cientos de ideas, que nos provoca, que nos incita, que nos hace reír, que nos hace enfadar, que es además visto por miles, o quizá millones de espectadores… sólo se puede decir una cosa: que esto es algo así como el sueño delirante de Andy Warhol. Una suerte de consumo de “cuadros” repetidos hasta la saciedad, utilizando el concepto de apropiación una y otra vez, asociando a una misma imagen cientos de ideas, que a la vez no son ideas propias, sino ideas de consumo, repitiendo este proceso hasta el infinito.

Curiosamente, ayer pude ver en un programa de televisión llamado “Torres y Reyes”, una interesante tertulia que versaba sobre el papel que juegan a día de hoy las redes sociales en internet, sobre su capacidad o incapacidad de generar conciencia y movilizar a elementos populares y sociales en los diferentes contextos nacionales. En el programa descubrí con sorpresa que una de las tertulianas, la periodista Delia Rodríguez, había escrito un libro llamado Memecracia, en el cual abordaba la cuestión de los memes como una serie de elementos virales que circulan por la red y que, en sentido fuerte, poseen la capacidad de gobernar nuestras propias ideas. He buscado información sobre el libro, y he descubierto que en el prólogo la autora deja escrito lo siguiente:

"La era de la información resultó ser la era de la emoción y el contagio descontrolado de ideas. Además de los medios, publicistas, empresas, políticos, famosos o activistas luchas por sembrar sus memes (ideas contagiosas) porque conseguir un éxito viral es hoy la única forma de alzar la voz en el ruido informativo global. A esta situación la he llamado «Memecracia»".

Y así es, lo que la escritora dice en su investigación consigue sorprenderme, no sólo por el contenido de su reflexión, sino porque ésta ha sido pensada y analizada paralelamente a mi inocente reflexión sobre los memes, logrando coincidir en muchos aspectos. Quizá podríamos disentir sobre la finalidad que persiguen estos memes, o en la posibilidad de llevar a término tal finalidad, pero por lo demás coincido en la visión que aporta Delia Rodriguez (Por cierto, redactora jefe en el Huffington Post): El meme es una herramienta; son ideas que se contagian, que nos apropiamos y que nos sirven para dar un "primer paso" hacia la emancipación respecto a un poder dominante en todos los sentidos. No pretendamos buscarle mayor utilidad y significación. No sevirá, desde luego, para "descorrer" el velo que separa la realidad de Lo Real, no nos hará más inteligentes o nos impelerá a actuar ante las injusticias, pues eso sólo puede conseguirlo el propio sujeto, a través de su propia conciencia, de su propio hacerse y renovarse, através de su capacidad de pensar y su propio interés por ser más inteligente y responsable socialmente. El meme es un medio para transmitir ideas y para asociarlas, lo que de estas ideas hagamos nosotros es plenamente nuestra responsabilidad.

Por supuesto existen innumerables peligros en este medio de expresión, desde una saturación de información, con su efecto paralizante y anestesiante, hasta la apropiación de ideas ajenas, con el peligro de que alguien posea la capacidad intelectual y tecnológica suficiente para manipular a toda una sociedad a través de mensajes cuidadosamente elaborados. 

Para finalizar quiero poner un ejemplo de estas virtudes y peligros que conlleva el uso de memes en la red:

Por un lado, como he comentado arriba, yo he sido capaz de llegar a una cierta conclusión acerca de una reflexión personal sobre lo dicho, por otro lado, una periodista lleva años investigando acerca de esta cuestión.
Por tanto, teniendo en cuenta que nos hemos acercado a unas conclusiones similares, podría pensarse que esas ideas que he "parido" no son mías (o no exclusivamente mías), sino que puede que me haya apropiado de ciertas ideas ya elaboradas por otros. Si esto es así, estas ideas me han permitido llegar a una determinada conclusión, pero el mérito de haber concebido tal reflexión, en términos absolutos, no sería mio.
En cambio, la tesis de Delia Rodriguez es mucho más confiable, por cuanto que le ha llevado años de estudio e investigación . Sin embargo, ¿cómo podemos disociar de este estudio el hecho de que esas ideas hayan podido ser apropiadas, en último témino, por parte de la autora? En ningún caso hablo de plagio, sino de que sus propias ideas y conclusiones puedan estar influenciadas, como en mi caso, por otras ciertas ideas pensadas y escritas por otros.

En cualquier caso, debemos ser conscientes que internet en general, y los memes en particular, son una simple herramienta, y tal y como sucede con las herramientas, son mejores o peores en función de quien las maneja. Si queremos que nos ayuden a realizar una finalidad concreta, debemos aprender a manejarlas con destreza. Pero no podemos olvidarnos que lo que nos atañe a nosotros, como personas, es la sabiduría y la moral, de ello depende en gran medida el uso que hagamos de los medios que tenemos a nuestro alcance.  


sábado, 7 de septiembre de 2013

Slavov Zizek. El Año que Soñamos Peligrosamente Cap. 2



Comentario propuesto para el capítulo 2. “El trabajo del sueño de la representación política”

Si de lo escrito en el comentario anterior pueden extraerse unas ideas generales sobre los acontecimientos que estamos viviendo en nuestro mundo globalizado en este primer cuarto de siglo, se ha de prestar también atención a ciertas cuestiones que son básicas para la comprensión total de dichos acontecimientos.
Como la guía de estos comentarios es el análisis económico y político marxista, no podemos pasar por alto sus complicaciones dialécticas. En el anterior escrito se dejó expuesto las contradicciones que pueden conllevar un rígido historicismo, una concepción evolucionista de la humanidad. También vimos que las relaciones entre las tradicionales clases sociales no podían ser comprendidas a la luz de lo que era “ley natural” en el siglo XIX, pues estas relaciones se habían desdibujado enormemente, y hoy ya no está claro hacia donde tenemos que dirigir la mirada cuando queremos saber quién maneja y mantiene esencialmente el desequilibrio estructural que legitima el capitalismo. Consecuentemente este último punto es el que debemos analizar en profundidad, intentando dilucidar el problema de la representación política en nuestras sociedades occidentales. 

Marx tenía claro que la representación política no puede reflejar directamente la estructura social. Es decir, es posible que un partido político represente los intereses de varios grupos sociales diferentes, o puede que una clase social renuncie a ser representada directamente por un grupo político confiando en ejercer el poder mediante otros medios, etc.
Esta complicación puede explicarse mediante un ejemplo: Las alianzas políticas constituidas para preservar la hegemonía de una determinada facción. En su análisis de la revolución francesa y posterior desenlace, Marx pone como ejemplo la creación del Partido del Orden, el cual tomó el poder cuando el impulso revolucionario se fue agotando y empezaron asomarse los fantasmas del viejo régimen. El Partido del Orden surge de una alianza de dos facciones abiertamente monárquicas y aristocráticas. Es decir, que ambas facciones son profundamente antidemocráticas, pero comparten un denominador común: la defensa del republicanismo. Su interés común solamente puede representarse mediante la forma de la “negación de la premisa compartida”. Del mismo modo, en la actualidad, los agentes políticos que mejor representan los intereses del Capital no son los partidos conservadores o ultraconservadores, sino las alianzas formadas tácitamente entre estos y la socialdemocracia (razón por la cual, por ejemplo, Wall Street confía en Obama). Acercando el foco al problema en España, se deduce que aquel agente que mejor representa al capitalismo no es únicamente el Partido Popular (tradicional facción conservadora en este país), sino el pacto formado sobre una premisa compartida (aunque intangible), entre este partido y la socialdemocracia española, que en este caso está representada por el Partido Socialista Obrero Español.

Una de las conclusiones, pues, a que llegamos es esta: Para representar la totalidad, para que el sistema pueda funcionar, el partido que gobierna debe inevitablemente representar a una clase particular, pero como ningún partido o facción está en condiciones de hacerlo sin tapujos, representa a aquella que precisamente no está constituida de un modo cohesionado y con unos intereses definidos. Es esa una clase de individuos “apolíticos”, situados por encima de los intereses de clase, que no pueden representarse a sí mismos y por tanto son su caudal permanente de votos. Esa clase es la "clase media".
La ambigüedad de la clase media tiene su mejor ejemplo en el modo en que se relaciona con la política: por un lado, se autodefine como “apolítica”, solo quiere trabajar y vivir en paz… esta es la razón por la cual tiende a apoyar golpes de estado autoritarios cuando la sociedad se agita. Por eso, es la clase media la que apoya los movimientos populistas y derechistas más reaccionarios.

En síntesis: Como la representación política pura no es posible, por cuanto que una facción no puede representar exclusivamente los intereses de una determinada clase, dentro de la democracia parlamentaria los partidos hegemónicos tienden a hacer alianzas tácitas sobre una premisa común a fin de preservar el sistema que les permite seguir gobernando hegemónicamente… aunque sea por turnos. Estos gobiernos pueden cambiar las formas y los discursos pero se mueven y giran siempre sobre un mismo plano. De hecho, es la “idea” de protección del "Estado del Bienestar" y de la "idea" de "Clase Media" el denominador común con el cual forman sus pactos, y que les permiten seguir gobernando cuasi eternamente. Ni el partido más conservador tendría en su programa la eventual destrucción de estas “ideas”, aún cuando las políticas reales vayan en esa dirección. La formación en nosotros de esa idea del Estado del Bienestar y de la pertenencia a una Clase Media indefinida, son las mejores armas que utiliza la hegemonía económico-política para mantener el poder y desarmar cualquier aspiración de cambio de paradigma.

AUTOR: JOSÉ ANTONIO MARÍN DIAZ

miércoles, 4 de septiembre de 2013

En torno a Ayn Rand y el Objetivismo




Tras la lectura de las dos novelas de Ayn Rand - El manantial y La Rebelión del Atlas- creo necesario hacer una crítica muy general y resumida de las posiciones “objetivistas“defendidas por la autora. Ignoro si esta corriente filosófica tiene muchos seguidores, o si tiene el suficiente peso dentro de la tradición filosófica occidental; en todo caso no es esta una preocupación que deba ser estudiada aquí, como tampoco es mi intención hacer una crítica literaria de estas novelas, sino por el contrario intentar despejar algunas dudas que me han surgido a raíz de la lectura.

Por de pronto, la posición ideológica es claramente liberal. El individuo es lo importante, la colectividad es el enemigo a batir. Esto no tiene nada extraño dentro de la tradición norteamericana, pero en mi opinión, esta ultra-defensa del individuo contra la sociedad que le oprime y conspira para evitar su plena realización, se hace de una forma vil y tramposa.

Tomemos como ejemplo la novela El Manantial; El personaje principal es Howard Roark, un arquitecto que quiere y consigue hacer edificios sin plegarse a las exigencias de la sociedad. Hasta ahí es algo muy loable, pero la pluma de Rand nos describe un ser totalmente despojado de todo sentimiento, un ser que sólo es pura razón. Esto convierte a Roark en un ser asocial, o mejor, sociópata. En medio de sus discursos megalomaniacos, se justifica el derecho de opresión de unos pocos fuertes sobre los más débiles y menos dotados. Pero ahí creo yo es donde está la trampa. Roark forma parte, quiéralo o no la autora, de una clase superior (llamémosla alta burguesía), como lo son todos y cada uno de los personajes de sus novelas. Nada nos dice la autora de aquellos otros infra-seres que trabajan en la construcción de los edificios proyectados, sin la participación de los cuales no pasarían de ser quimeras en la mente del arquitecto. No resalto esto porque quiera dar preeminencia a una posición ideológica sobre otra, sino porque es tramposo dotar de unas cualidades determinadas a un ser humano concreto -que casualmente siempre está dentro de la clase dominante- y callar con malignidad sobre la posibilidad de que otro ser humano, tomemos por caso un simple obrero de la construcción, pueda estar dotado de esas mismas cualidades. Muy al contrario, cuando los obreros tienen algún papel en la narración, es para reforzar su propia opresión, para justificar el derecho de superioridad de un ser mejor sobre otros seres peores, miran a Roark como a un dios, y estarían dispuestos a sacrificarse en la pira por él. Pero la pregunta que surge es la siguiente: ¿Entre toda esa gente pequeña no existe nadie que se sobre-ponga a su posición, a su condición como individuo dentro de la sociedad?, ¿nadie que sepa que es grande por sí mismo, y que comience a hacer su santa voluntad frente a su jefe?, ¿no es eso precisamente lo que hace Howard Roark?

Esta ocultación ya denota una posición ideológica muy extremista. Fascista me atrevería a decir. Aboga abiertamente por el derecho natural a la opresión, individual, económica y socialmente.
Esto último es muy curioso, pues para ilustrar ese anhelo de superhombres y esa fobia al colectivismo, el socialismo se nos presenta a través de un personaje cómico y maquiavélico, Ellsworth Toohey, cuyo único fin es destruir a los seres individuales, a los seres con algo que ofrecer al mundo, para favorecer en cambio los logros de la “masa”. Esta es otra de las trampas filosóficas del libro. Cuando observamos a ese gran hombre que es Roark, no lo olvidemos, un ser sin miedos, sin compasión, sin sentimientos (un autómata en fin, un ser completamente individual que no depende de nada ni nadie) nos surge una pregunta: ¿Cómo es posible que haya proyectado siquiera una casucha?, ¿Cómo ha podido proyectar edificios, rascacielos, viviendas experimentales? Rehúsa de la sociedad, pero es la sociedad la que le permite, en esencia, ser lo que es. Sin esa sociedad, sin ese sistema social que le ha ofrecido, de una forma u otra, las condiciones necesarias para poder usar a esa misma sociedad para sus propios fines, Roark sería un mono todavía en el árbol, un mono, eso sí, con corbata y con delirios de grandeza.

Para resumir, el objetivismo de Ayn Rand, al menos tal y como está expuesto en sus dos novelas, adolece de una entidad suficiente como para ser tomado en serio. Es una utopía fruto de los delirios y de los miedos de la autora, pero que no tiene consistencia y que conlleva una peligrosa carga de racismo, clasismo y de justificación del derecho natural de opresión de unas personas sobre otras.

AUTOR: JOSÉ ANTONIO MARÍN DIAZ

martes, 13 de agosto de 2013

Slavoj Zizek.El Año que Soñamos Peligrosamente.Cap. 1



Comentario propuesto para el  Capítulo 1

Partiendo siempre de la crítica de la economía política realizada por Marx -que es el más veraz análisis de la realidad material y del funcionamiento de nuestras sociedades capitalistas- hemos de observar y aprender a analizar los acontecimientos geo-políticos y sociales que se están produciendo en la actualidad en todo el mundo. Sin embargo, a la vez que hacemos esto, hemos de disociar completamente de este análisis el “determinismo” del historicismo evolucionista marxista. Este historicismo contempla, a grandes rasgos, la inevitabilidad de que la lucha de clases acabará resolviéndose gracias al papel del sujeto revolucionario encarnado en el proletariado. La historia de la emancipación humana será consecuencia de la inefabilidad evolutiva en la que el ser humano está inserto. A la vez que este sujeto proletario toma el poder, el capitalismo será sustituido por el comunismo (Todo es uno). Esto es, a todas luces, algo que escapa a la realidad. Por un lado asigna sin más a una clase (el proletariado) el papel de libertador, aún sin contemplar las posibles variables objetivas de la realidad en el momento en que pudiera producirse tal revolución(es) mundial(es). Pero más grave es aún el papel que este determinismo concede al capitalismo, concibiéndolo como un sistema abstracto y estático, en el que las fases de su existencia irán sucediéndose ordenadamente hasta que llegue el momento de su destrucción. Como vemos, esta concepción es erronea porque debemos entender que la fuerza del capitalismo reside en que el mismo sistema se sustenta constantemente a través de un antagonismo estructural, del que todos participamos, y que actúa como motor del propio sistema. Este antagonismo le permite sortear los obstáculos (crisis económicas, etc.) y escapar hacia el futuro. Nosotros de una forma u otra legitimamos este antagonismo y permitimos que la dominación del capital se autogenere.
Las relaciones proletariado- explotador (concebidos en términos de trabajador industrial y patrón), centralizada y jerarquizada, pudieron ser válidos en el siglo XIX y XX, pero podemos ver cuan dista de la realidad actual esta relación de fuerzas. En nuestra época, la producción material ha sido sustituida en muchos casos por la producción simbólica, es decir, por un trabajo inmaterial autogenerado en el que el valor del producto no reside en el objeto material fabricado, sino en su carácter intelectual y afectivo por un lado, o en su caracter especulativo por otro. Esto no quiere decir, por supuesto, que no existan explotadores y explotados, sino que las relaciones entre estos se han desdibujado y han cambiado considerablemente. Hoy en día es el poder financiero quien tiene en su poder las fábricas y los bienes de la vieja burguesía (tradicional dueña de los medios de producción material). Si esto es así, ¿dónde está ahora esa burguesía? Sería estúpido, cuanto menos, pensar que ésta ha desparecido, que hemos llegado a una época de nivelación social. La realidad de esto es que ha mutado hacia la figura del "experto". La plusvalía que tradicionalmente recibía el burgués gracias al trabajo del obrero ahora se ha convertido en Plus-salario. Es decir, la burguesía ha devenido en élite, ya sea esta técnica, artística, financiera, política, etc. Como decimos, esta élite recibe un  Plus-salario por su posición en la escala social. Este plus-salario se autoperpetúa en las élites a través de la educación y de las relaciones sociales. En el primer caso, gracias al poder adquisitivo de las familias que concede  un mejor y mayor acceso a los medios educativos de calidad (prestigiosos colegios, universidades elitistas), mayor tiempo de estudios, más apoyo en forma temporal, más recursos profesionales, etc. El segundo caso se entiende por sí mismo. Las redes de relaciones elitistas permiten que el hijo de un prestigioso cirujano tenga más fácil el acceso al puesto de jefe de neurocirugía de un hospital, del mismo modo, el hijo de un amigo íntimo de cualquier director de banco tiene muchas papeletas para acabar trabajando como directivo en éste, y así podríamos ir enumerando casos en cualquier área (cargos políticos, directores de instituciones, etc.). Gracias a esta sencilla fórmula, el poder financiero (auténtico dueño de todos los medios de producción), se garantiza el mantenimiento de una jerarquía económica, y se asegura de paso la existencia de una clase dominante dispuesta a mantener sus privilegios y a defender los intereses de éste. De esta forma la élite se autogenera, defiende con uñas y dientes al capital, pues gracias a él mantiene sus privilegios. Con esta élite el capitalismo sigue conformándose como un sistema de dominación, pero que sabe cambiar y autoexpanderse, adaptándose a la realidad social objetiva.
Vemos cuán lejos está esta realidad de la simplista y determinista forma en la que Marx veía las relaciones explotador- explotado, y como erró el tiro a la hora de determinar cómo el capitalismo se agotaría e iría cayendo gracias al empuje de la fuerza revolucionaria del proletariado. No es extraño que en la época de entreguerras esto cobrara pleno sentido, pero hoy vemos que lejos de esto, el sistema capitalista mantiene su hegemonía porque- no lo olvidemos- lo conformamos y lo legitimamos personas; como personas sabemos adaptarnos, cambiar, pelear para sobrevivir. De modo que el capitalismo se protege, se proyecta hacia el futuro, se autogenera, y no caben en él explicaciones del tipo: “el capital pasa por unas determinadas fases”, “que todo es cíclico”, “que hay un capitalismo bueno y otro malo”, etc. Pues aunque todas estas explicaciones no son erróneas por sí mismas, no reflejan la autentica realidad del sistema.

Esto nos lleva a analizar los recientes acontecimientos en Europa. Por un lado, la oligarquía financiera hace su trabajo: El BCE, el FMI, La OCDE dictan sentencia sobre los estados, y con una llamada telefónica tienen la capacidad de empobrecer a las clases medias, condenar a la miseria al lumpen, recortar derechos sociales, robar, expoliar, etc. Por otro lado, la élite (sobre todo política, aunque no exclusivamente), se limita a agachar la cabeza, a aplaudir y a ceder la soberanía del estado a los bancos. Con ello se consigue que la oligarquía financiera acumule más poder económico y con ello más poder real sobre los estados y las personas. Por otra parte, la élite nacional se garantiza el mantenimiento del poder en su ámbito territorial, más si cabe al mantener a una población en estado de miedo constante, con lo cual se consigue que ésta sea fácilmente manipulable y que esté dispuesta a aceptar cualquier régimen de esclavitud.
Ante este panorama, en Europa estamos asistiendo a dos formas de contestación a esta situación, pero ambas giran en torno a un mismo plano. La primera es la de alinearse directamente con la oligarquía nacional, la de la defensa nacional-capitalista ante los ataques de las instituciones europeas y mundiales. Surge así un ultranacionalismo que es el caldo de cultivo para el fascismo. El ejemplo vivo de esto es Grecia y el surgimiento de movimientos neonazis como “Amanecer Dorado”.  Esto no merece más comentario, pues es algo que hemos visto ya en muchas ocasiones de nuestra triste y famosa historia reciente. La otra forma es la de las protestas sociales “ciudadanistas” (Democracia Real Ya, Toma la plaza, etc.)  Estas protestas son un reflejo de todo lo anteriormente dicho.
Son heterogéneas en cuanto a las personas que forman parte en ellas, pero surgen sobre todo como reacción ante los recortes de los gobiernos, que suponen la pérdida de derechos sociales y de salario de los trabajadores. No surgen como una verdadera lucha por el cambio, a lo único que aspiran es a la protesta, a la crítica de lo existente sin dar alternativas (porque no se proponen cambiar nada). No es extraño, pues, que a estas protestas se sumen toda clase de personas, desde la burguesía que ve peligrar su plus-salario, esto es, su situación privilegiada respecto a la clase trabajadora, hasta estudiantes universitarios que ven peligrar su futuro estatus, pasando por una autoengañada “clase media”, que hasta hacía pocos años miraba a los elementos burgueses y aspiraba a llegar a ser como estos, y hoy está aterrorizada por la posibilidad de verse degradada a ser una clase baja (trabajadora y explotada). Lo que no se ve en estas protestas es precisamente a esa verdadera clase trabajadora, salvo en casos aislados y siempre para defender intereses propios y específicos de su sector, ni tampoco se ve a los desempleados. Esto así nos da una idea sobre el plano en que se mueven estos dos polos. Por un lado la ultraderecha que protege a la oligarquía nacional, que se dispone a organizarse, incluso a armarse, para luchar por sus intereses y protegerse del extranjero. Por otro, estas protestas blancas, que le hacen el juego a la misma oligarquía haciendo de válvula de escape para el desencanto social, y que no plantean un verdadero cambio de paradigma, sino que además estarían dispuestos, llegado el caso, a defender el sistema de “castas” con tal de salvar el orden económico.

Ante tal atomización, la clase trabajadora no puede sino empezar a redefinirse, debe empezar a saber quién es y qué papel juega en la sociedad; no puede contemporizar con las democracias burguesas, sino que debe apelar (siquiera teóricamente) a la lucha de clases, que está más viva que nunca, y sobre todo debe aprender de la situación actual, porque el cambio, la subversión, es más posible en este escenario actual que en todo el siglo anterior.


Autor: José Antonio Marín Díaz.