Labrando el Erial

Erial: Dícese de una tierra o de un campo sin cultivar ni labrar.







Hay que comenzar, como todas las cosas, por un principio, y este blog pretende ser mi pequeña aportación, mi pequeña semilla para ayudar a cultivar el erial cultural en el que vivimos.



Probablemente nadie leerá nada de lo que aquí aparezca publicado, pero hay que pelear con los medios que tenemos a nuestro alcance para contribuir así a despertar las mentes aletargadas, adormecidas y aborregadas por la televisión y el utilitarismo.







sábado, 27 de julio de 2013

Un Puente a Terabithia - Comentario Crítico



Un Puente a Terabithia  - Comentario Crítico

Película dirigida por  Gabor Csupo. Basada en el libro de Katherine Paterson

Cuando uno va a ver una película una tarde de domingo espera un tipo de película concreta, algo que pueda ver sin tener que implicarse demasiado racional o emocionalmente. Eso es justamente lo que esperaba yo al encontrar y poner una película “fácil de ver”, pues a priori, este filme está dirigido a un público juvenil occidental, ya que en él pueden verse algunas “problemáticas” de esa franja de edad pre-adolescente, -entre la infancia y la juventud-, una época que ya hemos olvidado por el peso de la pragmática en nuestras vidas. Pues bien, como decía, ese tipo concreto de película que esperaba ver es lo contrario de lo que disfruté.

No pretendo hacer una crítica exhaustiva de la película, o buscar significados en aquello que no lo tiene, sin embargo, lo que espero es poder hacer una reflexión personal de lo que produjo en mí  al verla. Antes de nada, me gustaría señalar que evidentemente, esta película no pasará a la historia, por así decir, del séptimo arte; es una película en cierto modo comercial, un drama juvenil como estamos acostumbrados a ver en multitud de ocasiones en el cine. Una película, en fin, correcta, agradable, con cierta dosis de melancolía, de humor, de drama… en resumen, el “coctel perfecto” para que una película funcione.

Sin embargo, y es aquí donde comienza el objeto de mi reflexión, subyace durante toda la película algo que permanece oculto a la vista superficial, algo que eriza la piel precisamente por ser algo desconocido, y por eso mismo imposible de cualificar o cuantificar. Esa es entonces su primera virtud: La incomunicabilidad de lo oculto que existe en la película; es decir, lo poético que subyace en la obra.
Esa poética oculta de la que está impregnada no nos impele a que pongamos en marcha nuestras emociones - de eso ya tratan de encargarse las películas televisivas de Antena3, y con pésimos resultados-  sino que emociona por ella misma, sin que sepamos por qué. La diferencia es más palpable por cuanto el tipo de película no es un drama al uso, no es un culebrón más; es más bien una historia de infancia perdida, o casi perdida (que de eso nos habla al final de la misma), o de la infancia que nunca debemos perder aunque la vida sea, al fin y al cabo, pura realidad y racionalidad. Y aunque “lo práctico” vaya abriéndose paso en nuestro interior, colonizando las escasas parcelas de ilusión, de imaginación, de alegría infantil que nos van quedando, siempre nos quedará un último reducto de ilusión que debemos defender hasta las últimas consecuencias.

Por tanto, lo poético nos habla, aunque no directamente, no a través del guión, no a través de los diálogos o de los personajes en sí (no a través de la realidad cruda), sino en virtud de algo desconocido pero que tiene capacidad de remover algo en nuestra conciencia. Del mismo modo que algunas obras de arte, son capaces de inquietarnos o de esperanzarnos, de alegrarnos o entristecernos, esta película nos mueve a mirar con otros ojos la realidad de lo que estamos viendo en la pantalla. Es como si al mirar no viésemos la realidad tal-y- como-es, sino tal y como la representamos en nuestro interior. De eso están hechas las mejores obras de arte, y de eso precisamente es de lo que carece el arte postmoderno, empeñado en sustraer toda la poética a la obra, y desnudarla para que se nos aparezca crudamente real, sin ninguna intención, sin ningún efecto transcendente para el espectador.

 Pienso, sin movernos del cine, por ejemplo en películas como las de Tarantino, esplendidas en cierto sentido, donde se nos muestra una realidad descarnada (y por eso mismo) sórdida como la vida misma, pero que no pueden ir más allá de la realidad de un mundo violento como es el nuestro. Sin embargo, pierden la oportunidad de elevarse sobre la vida para “transformarla” y “transformarnos”. Y es que precisamente el creador no busca la transformación, sino mostrarnos simplemente lo que hay en la realidad. Con esta realidad podemos también sorprendernos, alegrarnos y entristecernos… pero nunca estos sentimientos sobrepasarán el ámbito temporal  del café que nos podemos tomar después de haberla visto. El materialismo llevado al cine es eso: Mostrar el objeto en su plenitud, pero sin hacer ninguna abstracción de él. No puede movernos a una autentica reflexión crítica. Es como si al mostrarnos “toda” la realidad, al descubierto, ésta perdiese su misterio, aquello que hace de la realidad algo genuino. Esta también es una consecuencia de esta época postmoderna, como lo es así mismo, esa multitud de conocimientos y de información a la que podemos acceder y que, al contrario de lo que pudiera parecer, no nos impele a reflexionar y a actuar en consecuencia, sino que nos anestesian y nos preñan de escepticismo y nihilismo. Es por eso que el autor de Un Puente a Terabithia puede presumir de haber alcanzado algo tan alejado de esta cultura postmoderna, algo que mueve a una autentica reflexión crítica a través de su poética.

Por otro lado, me gustaría comentar otra virtud que tiene esta película, que es la muestra visible de esa poética. Me refiero a la sensibilidad con la que se aborda el tema de la relación realidad-fantasía, y de cómo se cuida muy bien de que ambas estén en constante relación. Toda la película parece sugerir que la realidad es un monstruo para el individuo, algo así como el famoso grabado de Goya: “El sueño de la razón produce monstruos”, donde se ve a un escritor recostado sobre su escritorio, mientras por detrás salen toda clase de alimañas y de sombras. Pues bien, el autor del filme subvierte esta relación, haciéndonos ver como la realidad puede ser banal (sin grandes tragedias) pero monstruosa a la vez, y esto independientemente de lo racional que pueda ser. La vida de los chicos de la película no tiene especialmente nada de trágica, al menos no según nuestros parámetros, pero para ellos es monstruosa. Su realidad está plagada de monstruos imaginarios que son reales, que forman parte de sus vidas. Por eso existe un paralelismo entre sus monstruos imaginarios y las personas reales. Es decir, los monstruos son aquellos que no son ellos mismos. Como son reales tienen que convivir con ellos diariamente, por eso no se evaden de la realidad, sino que la transforman, luchando constantemente contra esos propios monstruos.

En tercer lugar, para concluir, quisiera comentar los minutos finales, que es el momento culminante de la película. Digo que es culminante porque ahí es donde la película cobra su pleno sentido. Hasta ahora la película nos había inquietado por algo poético oculto a la mirada superficial, ahora en cambio todo se hace traumáticamente real y ejerce sobre los personajes y sobre nosotros los espectadores un efecto catártico increíble. Cuando el padre del chico da la noticia de la muerte de su amiga, se produce en nosotros una identificación con todos y cada uno de los personajes de una forma extraordinaria. Pienso que, más allá de nuestra condición personal, cuando llega este momento nos volvemos más humanos que nunca, todos nos reconciliamos por identificación con la humanidad de una forma u otra, y la tragedia ejerce una catarsis, una purificación real en nuestra conciencia.

Pero ahí no acaba la historia, y lo que sigue no es menos increíble, pues tras lo traumático la vida continúa con su banalidad monstruosa, y vemos al personaje que aún roto por el dolor, nos señala el camino hacia la lucha melancólica por defender nuestro yo de la realidad que vivimos. A pesar de que no hay (y no puede haberla)  garantía de victoria, él no se rinde y nos deja una escena final maravillosa, con la construcción del puente y el paso del testigo a su hermanita pequeña. Este final es algo así como un bofetón en toda nuestra cara. La catarsis se consuma de una manera extraordinaria.

Personalmente, hacía mucho tiempo que no había experimentado tales sentimientos de humanidad, tal identificación con los personajes. Creo que este es el gran logro de esta película, y creo que pasará mucho tiempo antes de que pueda escribir en tales términos sobre otra obra de arte.   

José Antonio Marín Díaz

NOTAS

1. Como he señalado más arriba, no ha sido mi intención con este trabajo hacer de crítico de cine, o crear una teoría metafísica terabithiana, sino simplemente dejar constancia de las reflexiones y experiencias que produjo en mi la película, y que creo pudieran ser extensivas a algún lector ocasional(si es que alguna vez tengo alguno).

2. Poético: Con la poética me estoy refiriendo a aquello que podemos contraponer a lo pragmático, es el misterio frente a lo realmente dado.

3. Catarsis: Efecto purificador que causa cualquier obra de arte en el espectador.

viernes, 12 de julio de 2013

Arte

El arte no puede estar condicionado por el espectador en ningún aspecto, mucho menos por el artista. Esto quiere decir que el arte se encuentra constantemente presionando los límites de la realidad palpable, creando nuevos mundos a través del mundo existente. Por eso el arte no debe ser confundido meramente con lo representacional, pues eso sería reducirlo a mera habilidad técnica. Lo oculto, el misterio, las implicaciones psicológicas y emocionales, el desagrado, el humor, lo perturbador que habita en el objeto, esas son las señas de identidad que hacen posible una obra de arte. Y la filosofía se encargará de interpretar la obra, buscando esos nuevos mundos y esas nuevas interpretaciones de la realidad.