Un Puente a Terabithia - Comentario Crítico
Película dirigida por
Gabor Csupo. Basada en el libro de Katherine Paterson
Cuando uno va a ver una película una tarde de domingo espera
un tipo de película concreta, algo que pueda ver sin tener que implicarse
demasiado racional o emocionalmente. Eso es justamente lo que esperaba yo al encontrar
y poner una película “fácil de ver”, pues a priori, este filme está dirigido a
un público juvenil occidental, ya que en él pueden verse algunas
“problemáticas” de esa franja de edad pre-adolescente, -entre la infancia y la
juventud-, una época que ya hemos olvidado por el peso de la pragmática en
nuestras vidas. Pues bien, como decía, ese tipo concreto de película que
esperaba ver es lo contrario de lo que disfruté.
No pretendo hacer una crítica exhaustiva de la película, o
buscar significados en aquello que no lo tiene, sin embargo, lo que espero es
poder hacer una reflexión personal de lo que produjo en mí al verla. Antes de nada, me gustaría señalar
que evidentemente, esta película no pasará a la historia, por así decir, del
séptimo arte; es una película en cierto modo comercial, un drama juvenil como
estamos acostumbrados a ver en multitud de ocasiones en el cine. Una película,
en fin, correcta, agradable, con cierta dosis de melancolía, de humor, de
drama… en resumen, el “coctel perfecto” para que una película funcione.
Sin embargo, y es aquí donde comienza el objeto de mi
reflexión, subyace durante toda la película algo que permanece oculto a la
vista superficial, algo que eriza la piel precisamente por ser algo
desconocido, y por eso mismo imposible de cualificar o cuantificar. Esa es entonces
su primera virtud: La incomunicabilidad de lo oculto que existe en la película;
es decir, lo poético que subyace en la obra.
Esa poética oculta de la que está impregnada no nos impele a
que pongamos en marcha nuestras emociones - de eso ya tratan de encargarse las
películas televisivas de Antena3, y con pésimos resultados- sino que emociona por ella misma, sin que
sepamos por qué. La diferencia es más palpable por cuanto el tipo de película
no es un drama al uso, no es un culebrón más; es más bien una historia de infancia
perdida, o casi perdida (que de eso nos habla al final de la misma), o de la
infancia que nunca debemos perder aunque la vida sea, al fin y al cabo, pura
realidad y racionalidad. Y aunque “lo práctico” vaya abriéndose paso en nuestro
interior, colonizando las escasas parcelas de ilusión, de imaginación, de
alegría infantil que nos van quedando, siempre nos quedará un último reducto de
ilusión que debemos defender hasta las últimas consecuencias.
Por tanto, lo poético nos habla, aunque no directamente, no
a través del guión, no a través de los diálogos o de los personajes en sí (no a través de la realidad cruda),
sino en virtud de algo desconocido pero que tiene capacidad de remover algo en
nuestra conciencia. Del mismo modo que algunas obras de arte, son capaces de
inquietarnos o de esperanzarnos, de alegrarnos o entristecernos, esta película
nos mueve a mirar con otros ojos la realidad de lo que estamos viendo en la
pantalla. Es como si al mirar no viésemos la realidad tal-y- como-es, sino tal
y como la representamos en nuestro interior. De eso están hechas las mejores
obras de arte, y de eso precisamente es de lo que carece el arte postmoderno,
empeñado en sustraer toda la poética a la obra, y desnudarla para que se nos
aparezca crudamente real, sin ninguna intención, sin ningún efecto
transcendente para el espectador.
Pienso, sin movernos
del cine, por ejemplo en películas como las de Tarantino, esplendidas en cierto
sentido, donde se nos muestra una realidad descarnada (y por eso mismo) sórdida
como la vida misma, pero que no pueden ir más allá de la realidad de un mundo
violento como es el nuestro. Sin embargo, pierden la oportunidad de elevarse
sobre la vida para “transformarla” y “transformarnos”. Y es que precisamente el
creador no busca la transformación, sino mostrarnos simplemente lo que hay en
la realidad. Con esta realidad podemos también sorprendernos, alegrarnos y
entristecernos… pero nunca estos sentimientos sobrepasarán el ámbito temporal del café que nos podemos tomar después de
haberla visto. El materialismo llevado al cine es eso: Mostrar el objeto en su
plenitud, pero sin hacer ninguna abstracción de él. No puede movernos a una autentica
reflexión crítica. Es como si al mostrarnos “toda” la realidad, al descubierto,
ésta perdiese su misterio, aquello que hace de la realidad algo genuino. Esta también
es una consecuencia de esta época postmoderna, como lo es así mismo, esa
multitud de conocimientos y de información a la que podemos acceder y que, al
contrario de lo que pudiera parecer, no nos impele a reflexionar y a actuar en
consecuencia, sino que nos anestesian y nos preñan de escepticismo y nihilismo.
Es por eso que el autor de Un Puente a
Terabithia puede presumir de haber alcanzado algo tan alejado de esta
cultura postmoderna, algo que mueve a una autentica reflexión crítica a través
de su poética.
Por otro lado, me gustaría comentar otra virtud que tiene
esta película, que es la muestra visible de esa poética. Me refiero a la
sensibilidad con la que se aborda el tema de la relación realidad-fantasía, y de
cómo se cuida muy bien de que ambas estén en constante relación. Toda la
película parece sugerir que la realidad es un monstruo para el individuo, algo
así como el famoso grabado de Goya: “El sueño de la razón produce monstruos”, donde se ve a un escritor recostado sobre su escritorio, mientras por detrás
salen toda clase de alimañas y de sombras. Pues bien, el autor del filme subvierte
esta relación, haciéndonos ver como la realidad puede ser banal (sin grandes
tragedias) pero monstruosa a la vez, y esto independientemente de lo racional que
pueda ser. La vida de los chicos de la película no tiene especialmente nada de
trágica, al menos no según nuestros parámetros, pero para ellos es monstruosa.
Su realidad está plagada de monstruos imaginarios que son reales, que forman
parte de sus vidas. Por eso existe un paralelismo entre sus monstruos imaginarios
y las personas reales. Es decir, los monstruos son aquellos que no son ellos
mismos. Como son reales tienen que convivir con ellos diariamente, por eso no
se evaden de la realidad, sino que la transforman, luchando constantemente contra
esos propios monstruos.
En tercer lugar, para concluir, quisiera comentar los minutos
finales, que es el momento culminante de la película. Digo que es culminante
porque ahí es donde la película cobra su pleno sentido. Hasta ahora la película
nos había inquietado por algo poético oculto a la mirada superficial, ahora en
cambio todo se hace traumáticamente real y ejerce sobre los personajes y sobre
nosotros los espectadores un efecto catártico increíble. Cuando el padre del
chico da la noticia de la muerte de su amiga, se produce en nosotros una
identificación con todos y cada uno de los personajes de una forma
extraordinaria. Pienso que, más allá de nuestra condición personal, cuando
llega este momento nos volvemos más humanos que nunca, todos nos reconciliamos por
identificación con la humanidad de una forma u otra, y la tragedia ejerce una catarsis,
una purificación real en nuestra conciencia.
Pero ahí no acaba la historia, y lo que sigue no es menos increíble,
pues tras lo traumático la vida continúa con su banalidad monstruosa, y vemos al
personaje que aún roto por el dolor, nos señala el camino hacia la lucha melancólica
por defender nuestro yo de la realidad que vivimos. A pesar de que no hay (y no
puede haberla) garantía de victoria, él
no se rinde y nos deja una escena final maravillosa, con la construcción del
puente y el paso del testigo a su hermanita pequeña. Este final es algo así
como un bofetón en toda nuestra cara. La catarsis se consuma de una manera extraordinaria.
Personalmente, hacía mucho tiempo que no había experimentado tales sentimientos de humanidad, tal identificación con los personajes. Creo que este es el gran logro de esta película, y creo que pasará mucho tiempo antes de que pueda escribir en tales términos sobre otra obra de arte.
Personalmente, hacía mucho tiempo que no había experimentado tales sentimientos de humanidad, tal identificación con los personajes. Creo que este es el gran logro de esta película, y creo que pasará mucho tiempo antes de que pueda escribir en tales términos sobre otra obra de arte.
José Antonio Marín
Díaz
NOTAS
1. Como he
señalado más arriba, no ha sido mi intención con este trabajo hacer de crítico
de cine, o crear una teoría metafísica terabithiana, sino simplemente dejar
constancia de las reflexiones y experiencias que produjo en mi la película, y que
creo pudieran ser extensivas a algún lector ocasional(si es que alguna vez tengo
alguno).
2. Poético: Con la
poética me estoy refiriendo a aquello que podemos contraponer a lo pragmático,
es el misterio frente a lo realmente dado.
3. Catarsis:
Efecto purificador que causa cualquier obra de arte en el espectador.