Con la lógica más elemental, la que nos puedan haber enseñado
en el parvulario, es posible demostrar cómo siguiendo unos sencillos precedimientos se pueden cambiar ciertas condiciones
en un objeto determinado. No hace falta estar
dotado de una gran inteligencia, ni ser una lumbrera para saber, por ejemplo,
que si se confronta aire frio sobre un líquido caliente éste tenderá a enfriarse.
Pues bien, hoy pareciera que hemos desterrado esa sencilla lógica de nuestra
vida. A una buena parte de la sociedad española de hoy, no le importa proclamar
que la única solución a los males que nos azotan se encuentra en la
contradicción, que no podemos confrontar los problemas con las soluciones que nos dicta esa lógica elemental. Parecen estar convencidos de que para crear trabajo se han
de despedir trabajadores, que para crecer económicamente hay que empobrecerse,
que para tener mejor educación y sanidad hay que dejar morir escuelas y
hospitales públicos.
Claro que, mirado desde otro ángulo distinto, la cosa sí
empieza a tener su lógica. Si lo miramos desde la óptica de la lógica
capitalista, entenderemos que cualquier argumento es válido si la finalidad es la de salvar
el orden económico imperante. Bajo este prisma, el ser humano se convierte en
mercancía, en objeto, en medio para conseguir los fines propuestos por los
sujetos especuladores, aquellos que conducen esa gran maquinaria. En lugar de poner la economía al servicio de las
personas, somos los ciudadanos, los trabajadores, quienes debemos hacer
cualquier cosa, cualquier sacrificio, para contentar al dios implacable “dinero”,
y a sus apóstoles en la tierra (FMI, BCI, OCDE…). El ciudadano deja de ser fin
y parte activa de la política, para convertirse en sujeto pasivo, a quien se le
imponen a conveniencia las distintas políticas economicistas dictadas por las empresas
privadas, que es lo que son, al fin y al cabo, esa abstracción a la que
hoy llamamos “mercado”.
Pues bien, ahora tenemos la oportunidad de ser coherentes,
de volver a actuar con lógica. Ahora que ya sabemos cuál es el escenario en el que nos movemos,
no podemos contentarnos con parches impuestos, con soluciones que no pueden
atajar el problema real. La lógica nos impele a ser y a actuar como sujetos de
cambio político. Avancemos hacia el socialismo, sin complejos, con la seguridad
de que la política con mayúsculas ha de ser la fuerza transformadora de todas las
sociedades.